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LA DEHESA DE LA SEVILLUELA

Las dehesas, al igual que los montes, formaban una rica fuente de recursos para nuestros antepasados desde hace siglos. En ellas abundaban los pastos, agua, y dando cobijo y alimento para el ganado que ramoneaba a la sombra de sus numerosas encinas, las cuales también proporcionaban bellotas, madera y leña, añadida a la resina ofrecida por los pinos. También se obtenía gamón, cal, carbón, yeso, piedras, teda, esparto o fornilla. Además, en ellas tenían lugar otras actividades como la caza o la pesca.

Todas esas labores de aprovechamiento de recursos que las dehesas facilitaban fueron esenciales para el sustento de los pobladores, sobre todo en las épocas de mayor pobreza durante la época. A su vez, la forma sostenible en la que se obtenían los bienes de ese medio aseguraba la persistencia de los mismos.



Encinas centenarias en la Dehesa de la Sevilluela

Cuando se produjo un notable aumento poblacional en el siglo XV, se originó también un incremento en las roturaciones de los terrenos, a la vez que las propiedades comunales comenzaban a ser arrebatadas. Aumentó incluso el aprovechamiento de la madera y la realización de canteras y carboneras, ya que el aumento demográfico demandaba más construcciones en las que habitar.


En 1545, diversos escritos hablan de la existencia en esta dehesa de la casa de un tal Juan de Moya, lugar que dio origen a la actual aldea de Casas de Moya.