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EL ALFAR IBÉRICO
A poco más de 3 km de Casas de Moya, encontramos el yacimiento arqueológico de la Casilla del Cura. Este se ubica en la vertiente este de la Sierra de Rubial, en una leve llanura a unos 900 metros de altitud, donde existen varios viñedos rodeados de masa forestal. Se encuentra muy cercano a la Cañada Real de La Mancha, una vía pecuaria que penetraba por el río Cabriel a través del puente de Vadocañas, coincidiendo por el trazado del antiguo camino real de Toledo a Valencia. Allí se asientan los restos de un alfar de producción de cerámica que estuvo activo a lo largo del periodo ibérico pleno (450- 200 a.C).
Se caracteriza por presentar una gran concentración de fragmentos de cerámica dispersados a lo largo de unas 2 hectáreas en la superficie de una de las laderas, donde también se observan tres áreas de terreno oscuro cuyos alrededores presentan otros pedazos de alfarería de cocción defectuosa.
Entre el abundante matorral de la parte más elevada de la ladera se pueden apreciar levemente trazos de varios muretes que corresponden a habitáculos del asentamiento.
El motivo de que haya tanto material disperso fue debido a las labores de desfonde que realizó un tractor en 1987, el cual ahondó en la tierra alrededor de unos 70 cm, causando daños irremediables al complejo alfarero. En 1989 un cazador de Caudete de las Fuentes notificó la existencia de los restos para que se pusieran en conocimiento de la Consellería de Cultura de la Genertalitat Valenciana.
Imagen de los restos de uno de los hornos del alfar. Fuente: Museo-Centro de Interpretación de Venta del Moro
Posteriormente, diversos expolios propiciaron la dispersión de los fragmentos por la superficie que, junto a diferentes tareas agrícolas, fueron descomponiendo el yacimiento. Por estos motivos, en 1996 se realizó una actuación de urgencia con el fin de preservar los posibles restos arqueológicos que quedarán sin dañar.
Se excavó el terreno y se pudo comprobar que, efectivamente, los restos del alfar estaban prácticamente destruidos. Las tres manchas oscuras del terreno correspondientes a las cenizas de los hornos alfareros aún se podían apreciar, junto a los restos de cerámica esparcidos por su entorno.
Las excavaciones se plantearon en tres áreas diferenciadas: en el talud de la ladera, en una de las zonas de tierra oscura con restos cerámicos y en otra de las franjas de terreno oscuro, en la parte más elevada de la parcela pegado a uno de los muretes que presentaba un color enrojecido.
Roca con signos de rubefacción
Tinaja reconstruida, ubicada en el museo municipal de Requena
Se comenzó sondeando la primera de las zonas con manchas de ceniza, donde se hallaron una gran cantidad de pedazos de cerámica esparcidos. Las tareas de arado habían revuelto los fragmentos con la tierra, echando a perder cualquier posibilidad de valorar la estratigrafía de los restos. A más de medio metro de profundidad, el terreno aparecía más compacto y oscuro y aparecían aún más porciones. Pero la aparición de las raíces de las vides contiguas obligó a abandonar la prospección en esa área.
Dado el contratiempo anteriormente indicado, se decidió iniciar la excavación en la parte más alta de la parcela donde no hay cultivo, por lo complicado de arar y maniobrar con el tractor en esa parte. Se limpió la maleza que cubría el murete enrojecido y se comprobó que este pertenecía a la pared exterior, hecha con adobe, de la cámara de combustión de un horno, el cual estaba excavado en la misma roca caliza de la que se compone el terreno. Se continuó retirando tierra hacia la parte inferior de la estructura hallada, descendiendo unos metros de la parte más elevada de la parcela. A poca distancia de la superficie, había marcas sobre la roca de una pala excavadora que dañó la estructura, al realizar un desmonte en el terreno. Dicha máquina cortó gran parte del horno alfarero que se encontraba bajo tierra. Se extendió el área de trabajo para determinar los límites de la cámara de combustión, que estaban marcados con el tono rojizo de la roca, provocado por la acción continuada de las llamas, lo cual facilitó su delimitación. Con la estructura ya demarcada se identificaron restos de los respiraderos (toberas) que se utilizaban para controlar la temperatura del horno, que podía llegar a los 1000 grados, así como de las parrillas que se asentaban sobre el muro interior de la cámara. Debido a la presencia de área cultivada no se pudo determinar la ubicación del pasillo que daba acceso al horno.
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Imagen de los restos de uno de los hornos del alfar. Fuente: Museo-Centro de Interpretación de Venta del Moro
En el interior del horno había gran cantidad de material cerámico de gran tamaño, y de diversa coloración, todos ellos pertenecientes a recipientes para el almacenaje de vino. Una vez acotado el perímetro de la estructura, se procedió al vaciado de todos los restos.
El estudio posterior que se realizó a este gran volumen de restos de materiales confirmó que este yacimiento despunta por poseer un gran número de piezas, si lo comparamos con la cantidad y variedad recogidas en otros asentamientos de la comarca. Los restos de la Casilla del Cura poseen formas variadas y abundante decoración estampillada, aunque la gran mayoría de los pedazos hallados presentaban defectos en su cocción.
El hallazgo de estos restos es de gran importancia, puesto que ayuda a conocer el comportamiento de la cultura ibérica en el periodo anterior a la conquista romana, no solo por este alfar encontrado en las proximidades de Casas de Moya, sino también por el resto asentamientos encontrados que están distribuidos por toda la comarca de Utiel-Requena, el territorio de Kelin.
Por su colocación estratégica, junto a una vía de comunicación que permitía exportar su producción, y por la gran cantidad de piezas halladas, se cree que este yacimiento suministraba a una extensa región, más allá de los límites actuales de la comarca.
Por su forma, este tipo de horno encaja con el de tipo “hornos en omega”, designado así por G. Falsone, cuya construcción se data del siglo IV a.C. Se piensa que además de este horno existen otros tres, debido a los restos de áreas de tierra con manchas negras y de fragmento de roca con señales de rubefacción.
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Mapa del territorio Íbero de Kelin. Fuente: ATLAS DE LA MESETA DE REQUENA – UTIEL. Juan Piqueras Haba. 2018