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SEMINARIO
Fachada principal del seminario a principios de los 2000. Imagen: Asociación cultural Amigos de Venta del Moro.
Fachada trasera del seminario en la actualidad: Fotos: Rubén Guaita
Inicialmente, el edificio del seminario fue la sede de la escuela de Casas de Moya durante una de sus etapas. Cuando el fervor religioso estaba alcanzando su mayor esplendor entre 1920 y 1930, el impulsor de la construcción de la iglesia, el maestro de la escuela José Remacha Ramos, junto a la dedicación del misionero y sacerdote Pedro García, fomentaron la creación de este seminario para albergar a futuros misioneros. Entre 1923 y 1927 Casas de Moya obtuvo la categoría de "aldea madrina de las misiones", donde los seminaristas acudían a este lugar para formarse y emprender tareas misionales para erigir iglesias y cementerios en otras poblaciones.
Este movimiento misionero peregrinó por todos los rincones de la comarca y las aledañas, dejando la semilla de sus actos en poblaciones y aldeas como: Casas de Eufemia, Casas del Rey, Casas del Río, Chera, Cilanco, El Oro, El Reatillo, La Cabezuela, Los Cojos, Los Isidros, Otonel, Villar de Olmos y Villar de Tejas.
Actualmente, el edificio se encuentra en abandono y en estado casi ruinoso, motivo por el cual tuvieron que tapiarse puertas y ventanas para que nadie pudiera irrumpir en el interior de las instalaciones y tener algún accidente. Asimismo, el edificio no posee ningún tipo de catalogación para su protección o puesta en valor, tratándose de un edificio que tuvo gran importancia hasta finales de 1960. Aparte de por su función educativa, como antigua escuela, o por la divulgación y ejecución de misiones religiosas por toda la región, este seminario también destacó por su labor formativa para futuros niños seminaristas o curas que acudían los meses de verano para alojarse en él. Allí los misioneros impartían actividades donde cantaban, bailaban y realizaban juegos en armonía con los niños y mayores de Casas de Moya, donde todos compartían experiencias y recuerdos agradables que aún perduran.
Todo un patrimonio cultural intangible heredado que merece ser evocado para que, al igual que le ocurre al edificio que albergó el espíritu de estos misioneros, no acabe también destruido.