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hormas y bancales

A lo largo de la Edad Moderna, cuando comienzan a extenderse los cultivos de cereal, o la vid, los desmontes para el acondicionado de la tierra para su posterior labrado, destaparon enormes cantidades de piedras que se iban amontonando en los márgenes o ribazos de las parcelas recién creadas. Dichos montones, conocidos como majanos, fueron aprovechados para diferentes usos según las necesidades agrícolas del momento, como: construcciones pastoriles, agrarias, viviendas, religiosos o para ser usadas en las caleras. En cuanto a las agrarias, se utilizaban para la delimitación o roturación de las parcelas con este sistema de piedras irregulares que formaban las hormas, unos muretes que servían además para contener el terreno para trabajar los cultivos de forma cómoda y eficaz. Esta aplicación de la mampostería sustituyó al tapial que había sido el tipo de muro predominante en la comarca.

Majanos al borde de un cultivo a las afueras de Casas de Moya


Aunque la comarca de la plana de Utiel-Requena se caracteriza por ser una región extensa y aparentemente plana, como su propio nombre nos pueda dar idea, está compuesta por una orografía ondulante, plagada de ramblas o barrancos. Especialmente, en el caso de Casas de Moya, que se sitúa en las faldas de la Sierra de Rubial, comienza a observarse un paisaje con pequeñas elevaciones de terreno que se funden con el arbolado del monte. Aun así, las tierras poseen buena calidad, de tipo arcilloso, lo que supone a su vez un problema por la generación de escorrentías debido a episodios de lluvia torrencial. Por este motivo, el alisado del terreno mediante las hormas evitaba los daños por erosión y facilitaba la filtración del agua en los campos. Estas hormas debían de acoplarse al terreno que se debía de retener, dando lugar, en algunos casos, a tener que construir muros de elevada altura debido al relieve tortuoso del entorno de la aldea. Esta trama de infraestructuras confirmaba el gran proyecto de colonización agrícola que se estaba consumando en toda la región. Los espacios aplanados gracias a las hormas eran denominados con “tablas”. Su construcción se realizaba colocando unas estacas de madera como puntos de referencia, tanto en el inicio como en el final de lo que sería el murete. Seguidamente, se cogían las piedras más grandes de los majanos ayudados de una narria, que es un artilugio de madera en forma de “V” que se unía mediante una cadena a la yunta que ataba a los machos. Los huecos existentes entre las rocas se cubrían mediante la colocación de otras piedras más pequeñas hasta completar de forma uniforme la composición de la horma.

Horma cercana a Casas de Moya

Bancales de viñedos en Casas de Moya

Las grandes extensiones agrícolas surgidas requerían en ocasiones realizar grandes desplazamientos entre el núcleo de Casas de Moya y los lugares de laborío. Con el fin de disminuir este inconveniente, se originaron una serie de construcciones a modo de refugio, tanto para los agricultores como para sus animales, donde poder pasar los tiempos de descanso, o cobijarse ante inclemencias meteorológicas mientras se trabajaba en los cultivos. Las casillas, también realizadas aprovechando las piedras de los majanos, fueron el principal tipo de construcción usado para estos fines. Se efectuaban con muros de mampostería y cubiertas con un tejado con troncos de madera, cañizo y teja, siendo algunas de ellas de gran envergadura donde se diferenciaban dos estancias: una para las personas, llamadas cocinillas, que disponían de un poyete donde poder sentarse y una chimenea para encender fuego donde cocinar y calentarse; otra para los animales, denominadas cuadras, que disponía de pesebres donde estos podían comer y beber.

En cuanto a las construcciones pastoriles, encontramos las destinadas para el cobijo del ganado ovino por todo el entorno de Casas de Moya, dada su cercanía con la Vereda Real de la Mancha y los movimientos de trashumancia que se daban en ella. Los corrales eran el tipo de arquitectura pastoril predominante. Su ubicación original coincide con la delimitación de la extinta dehesa de la Sevilluela, donde los ganaderos que vivían de dicho paisaje construyeron estos corrales con la intención de conseguir a cambio los excrementos de las ovejas para utilizarlo como abono, mientras estas se resguardaban allí. Su construcción era en mampostería y con un interior dividido en dos espacios: uno al descubierto y otro resguardado con una cubierta de cañizo.

También existen: corralizas más sencillas a modo de redil, únicamente compuestas por el muro perimetral y sin techumbre, y los “abrigos”, aprovechando las aberturas de cuevas donde se erigía un muro de piedra, cubriendo su entrada para poder refugiarse ante adversidades climatológicas.

La utilización de las piedras como materia prima gratuita, tan propia de las zonas rurales, era una forma sostenible de aprovechamiento de un recurso sobrante tras las plantaciones de vid y otros cultivos. Aquellas piedras amontonadas en los majanos quedaba a disposición de cualquier vecino que las requiriera sin tener que realizar pago alguno por su uso, por lo que no se comercializaba con este material. Además, su resistencia, y abundancia fueron de atractiva utilidad para otros tipos de construcciones, más allá de las puramente agrícolas o ganaderas, también para la edificación de viviendas dentro de la población.


Corral con pesebres para alimentar al ganado

Muchas piedras de los majanos se utilizaban para la


calera del Gamonar, punto             de esta ruta.           

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