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ENTRE VIÑEDOS - LA EXPANSIÓN DE LA VID
La existencia durante siglos de señales sobre la cultura del vino ha forjado la historia de esta comarca, dotándola de una identidad única que a día de hoy todavía es palpable. Las peculiaridades del paisaje, con un clima y una situación geográfica singular, sumado a la dedicación incondicional de sus habitantes, han favorecido el surgimiento de un sentimiento profundo ligado a la viticultura.
De toda la extensión de cultivos dentro de la comarca, la mayoría corresponde a viñedos, con cerca de 35.000 hectáreas, de las que la variedad bobal es la predominante, con un 75% del total de viñedos, tras un extenso y lento desarrollo evolutivo de la Vitis vinífera, la cual ha sabido adaptarse idóneamente a las condiciones edafológicas y climáticas del altiplano.
Viñedos de la variedad de uva Bobal en Casas de Moya
La colonización de los viñedos durante los siglos XIX y XX
A partir de mediados del siglo XIX comienza el esplendor de la viticultura en la comarca, impulsado gracias a la construcción de nuevas vías de comunicación para conectar esta región con Madrid, Albacete, Almansa, Teruel y Valencia y también por la mejora del entramado de caminos que discurren a través de ella. A esto, se suma la puesta en funcionamiento de la línea férrea Valencia-Utiel, en 1885, lo cual favoreció la comercialización interna y externa del vino, teniendo acceso hasta el mismo puerto de la ciudad de Valencia.
Aunque el motivo principal que detonó el incremento en la rapidez del cultivo de la vid fue la preocupante merma de la producción, de hasta el 75%, en las vendimias de Francia, que se vieron perjudicadas por el oídio sobre 1845, una enfermedad causada por un hongo y que se extiende por toda la cepa. Esto propició un notable aumento en la producción valenciana con el fin de cubrir las demandas del mercado francés. En apenas 40 años se plantaron más de 15.000 hectáreas de viña en toda la comarca, trayendo consigo una redistribución de la propiedad, basada en el curioso método de plantación “a medias”, en la que el terrateniente y el agricultor se repartían equitativamente la producción de la vid.
Pero el oídium no fue la única plaga que asolo las cepas francesas. La filoxera, esta vez un insecto parasitario de origen americano, exterminó prácticamente todos los viñedos de Francia y de Europa entre 1868 y 1900. En nuestro país también desoló numerosas regiones, aunque en el caso de la región de Utiel-Requena, al igual que en algunas regiones más, los viñedos fueron afectados de forma más lenta por la filoxera, debido a la fortaleza de la variedad bobal hacia este parásito. El insecto infectaba a las cepas, que en nuestro continente eran conocidas como las de tipo “pie europeo”, a través de la raíz, quedando intacta la parte de las hojas, mientras que a las cepas de “pie americano” les afectaba completamente al contrario: infectaba la parte de las hojas dejando intacta la raíz. Debido a la tardanza en la afección del parásito en la vid de nuestra comarca, se pudieron obviar las medidas de tratamiento que se habían probado ya en otras regiones y no resultaban del todo efectivas, tales como: inyectar sulfuro de carbono en la tierra, que aunque era eficaz resultaba caro; pintar el tronco con cal viva, técnica que no resulto muy efectiva; ahogar al parásito inundando los viñedos aunque esto último solo se podía aplicar a los viñedos de regadío de menor calidad. De tal modo, dio tiempo a que los viticultores pudieran aplicar la técnica que acabaría definitivamente con esta plaga que a principios del siglo XX ya había afectado a todas las cepas de bobal. Esto consistió en sustituir los pie de viña europeos por los americanos que, como he comentado anteriormente, su raíz no se veía afectada por la infección. Una vez replantadas las cepas se injertaba en ellas de nuevo la variedad bobal.
La viticultura sigue siendo actualmente el principal motor económico, motivado por el gran impulso comercial que tiene este cultivo y por la buena calidad de sus vinos. Prueba de ello fue la declaración de la Denominación de Origen Protegida de Utiel-Requena en 2002, otorgando a toda la comarca un gran prestigio y apreciación tanto a nivel nacional como internacional. Es, por tanto, la vid el cultivo predominante en la comarca, con alrededor de, 41000 hectáreas, de las cuales, el 80 % pertenecen a la variedad autóctona de Bobal, propia de La Plana de Utiel-Requena. Tales extensiones dotan al altiplano de un rico patrimonio enológico, formando un gran paisaje de cultura por cada uno de sus rincones.